Los niños con problemas para atender en la clase parecen multiplicarse. Si bien este comportamiento puede ser disparado por el estrés, los especialistas advierten que entre el 5 y el 10 % de los chicos padece un trastorno neurológico que se manifiesta no sólo en la escuela sino también en otros ámbitos y que, en el 70 % de los casos, persiste hasta la vida adulta. Las personas con desorden de déficit de atención con o sin hiperactividad (ADD o ADHD) se caracterizan por su comportamiento impulsivo y su incapacidad para concentrarse en forma sostenida. Generalmente, no pueden permanecer sentados en una clase o al comer, interrumpen cuando otros hablan, no consiguen hacer cálculos matemáticos, mueven todo el tiempo las extremidades y no mantienen relaciones duraderas. Para hacer un diagnóstico adecuado, es preciso que los síntomas se mantengan por más de seis meses y afecten más de dos esferas vitales (escuela, amigos, trabajo, hogar). En el 80 % de los casos, hay una transmisión hereditaria de este desorden. Se han identificado variaciones genéticas ligadas al ADD, especialmente en los genes vinculados con los neurotransmisores dopamina y noradrenalina. Los pacientes muestran una disminución en la regulación de la actividad nerviosa de la corteza prefrontal ligada a la disminución de esos neurotransmisores.