Antonella Filiberto tenía cuatro años cuando sufrió su primer desmayo. Para sus padres, Fernando Filiberto y Gloria Giacone, fue una sorpresa. Enseguida se enteraron de que la niña, nacida el 18 de septiembre de 1997, había sufrido su primer ataque de epilepsia.”Es difícil; te encontrás con algo nuevo, algo que no es parte de tu vida y hay que afrontarlo”, cuenta la madre. Durante tres años trataron a Antonella en una clínica privada; también consultaron distintos centros. Los tratamientos no daban buenos resultados. Llegó a tomar cinco medicamentos a la vez, pero la niña era refractaria a ellos. Estuvo tres meses internada, con medicación endovenosa. “No había forma de controlarle las convulsiones, tenía un promedio de cien al día, alguna vez, ciento dos”, recuerda la madre.
Llegaron a FLENI, “nos decían que era un lugar especial”, relata Gloria. En esa situación tensa y difícil, la Dra. Ángeles Schteinschnaider fue para los padres una contención: “De parte de ella tuvimos todo el apoyo. Incluso intervino en el colegio de la niña porque obstaculizaban su integración. Así, sus compañeros se acostumbraron porque ella avisaba cuando le venían las convulsiones. Se daba cuenta y no perdía la conciencia mientras las sufría”.
En noviembre de 2006, Antonella comenzó a tener convulsiones incontrolables. El 12 de ese mes sufrió una convulsión muy larga y quedó internada. Se decidió la operación ya que tenía una malformación en el cerebro, “una displasia cortical”, informa la Dra. Schteinschnaider. “De esto ya habíamos hablado en 2003 – recuerda la madre-. Una parte de los médicos decía sí a la operación, y otra parte, no. Sabíamos que tenía una malformación en el cerebro. Y que el precio que podíamos pagar era muy alto. ¿Los riesgos? Perder el movimiento en la pierna y el brazo”. Antonela fue operada el 10 de enero de 2007. Era la intervención tan discutida y que tantas dudas generaba a sus familiares. “Le extirparon una lesión extensa, de seis por cuatro centímetros. En el quirófano evaluaron con registros eléctricos hasta donde podían tocar. Cuando salió de la operación parecía una niña de dos años; no caminaba, andaba en silla de ruedas. Ahora la pierna está fantástica y está recuperando el brazo”.
El 30 de enero Antonella regresó a su hogar. El objetivo de la operación, mejorar la calidad de vida de la niña y de su entorno, estaba cumplido. La madre enfatiza: “nunca más tuvo un ataque. Nos cambió la vida totalmente. Nunca más- Nos devolvieron otra chica”. Superado su problema, Antonella estudia y apenas toma algo de medicación en forma preventiva.