Su descubridor, James Parkinson, la llamó “parálisis temblorosa” por su síntoma del temblor en manos, brazos, piernas y mandíbula. Casi dos siglos después de esa descripción de 1817, se han identificado otros síntomas de esta enfermedad que se desarrolla más en mayores de 50 años.
Los síntomas principales son el temblor en las manos, los brazos, las piernas y la mandíbula o la cabeza; la rigidez o agarrotamiento de las extremidades y el tronco; la lentitud en los movimientos; y la inestabilidad en la postura. A medida que ellos se vuelven más pronunciados, los pacientes pueden tener dificultades para caminar, hablar o completar tareas sencillas.
Durante la última década, la investigación científica ha descubierto que la enfermedad puede desarrollar otros tipos de síntomas previos, como trastornos olfatorios (no se sienten bien los olores), o del sueño, (la persona puede gritar si sueña que grita o caerse de la cama si sueña una caída). La constipación y la depresión pueden estar entre sus síntomas, aunque se aclara que estos también pueden estar asociados a otro tipo de trastornos.
La enfermedad de Parkinson afecta a parte de los ganglios basales. Se produce cuando se dañan las neuronas de un área conocida como sustancia negra. Esas neuronas producen una sustancia química conocida como dopamina, que es la encargada de transmitir señales entre la sustancia negra y la siguiente estación de relevo del cerebro, que es el cuerpo estriado, que permite la realización de movimientos suaves o decididos. Al reducirse la producción de dopamina, se desarrollan patrones anormales de la activación dentro del cerebro, lo que conduce a un deterioro de los movimientos.
Estudios recientes han demostrado que las personas con Parkinson también tienen pérdida de las terminaciones nerviosas que producen el neurotransmisor norepinefrina.
La norepinefrina (o noradrenalina) tiene una estrecha relación con la dopamina, que controla las funciones automáticas del cuerpo, como el pulso y la presión arterial.
La pérdida de norepinefrina explica varias de las características no motoras de la enfermedad, como la fatiga y anormalidades de la presión arterial.
Este trastorno, que afecta alrededor del 50 % más a hombres que a mujeres, no es una enfermedad fatal en sí misma, pero puede empeorar con el tiempo. Hasta ahora, no es posible predecir qué curso seguirá la enfermedad en cada persona.