En el año 2004, la publicación científica Journal of Neurology, Neurosurgery and Psychiatry dio a conocer el resultado de una investigación realizada por el equipo de investigación del área de Rehabilitación, Imágenes, Neurología Cognitiva y Neuropsiquiatría de FLENI.

Por primera vez, quedaba documentada en imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI) la actividad cerebral inducida por un estímulo emocional en un paciente en estado de conciencia mínima. Se comprobó que el paciente respondía a una voz familiar. El joven en ese estado era Patricio Meza; el familiar, su madre, Marcela. Lo que leía era su capítulo preferido de El Principito. Hoy, Patricio terminó sus estudios secundarios, vive con su familia y tiene como plan ser un experto en computación. Nacido el 18 de marzo de 1985, el tercero de ocho hermanos, Patricio era un estudiante de primer año de una escuela de Escobar cuando su vida cambió de manera dramática. Pato, como le dicen, ayudaba en la bicicletería de su padre, Sergio. El 27 de noviembre de 2001 había salido a buscar un repuesto y al tratar de cruzar una vía de la ruta 26 un tren golpeó su bicicleta. “El tren le pegó en la nuca y lo despidió" cuenta su madre; "le fracturó un hueso exterior, la cabeza se le infló como una esponja y tuvo un edema cerebral”. La ambulancia llegó pronto; su padre también. Lo primero que escucharon fue: muerte clínica, coma 4, estado irreversible. Patricio pasó del hospital de Pilar al Hospital Austral. Tuvo complicaciones: infección, neumonía y luego una cirugía pulmonar.

Con todo esto, pero también con una luz de esperanza, el 5 de marzo de 2002 llegó a FLENI y fue recibido por el doctor Lisandro Olmos. Marcela recuerda la vez que conoció al doctor Ramón Leiguarda. “Vengo a conocer al famoso Pato”, dijo el doctor. “Vamos a poder hacer mucho por él”. Patricio fue admitido en el programa de emergencia de lesiones cerebrales severas, diseñado para aquellos pacientes que carecen de todo tipo de conexión con el entorno o de respuesta a órdenes simples. La mayoría de estos casos se corresponden con el diagnóstico de traumatismos de cráneo severos o daños cerebrales por otras causas no traumáticas. Técnicamente, Patricio presentaba diagnóstico de estado vegetativo al ingreso al Centro de Rehabilitación. Inició entonces un programa de estimulación multisensorial y farmacológico que consiste en proveerle al paciente un conjunto de estímulos visuales, auditivos, somatosensoriales, gustativos y olfatorios sistematizados acompañados de estimulación farmacológica. Se evalúa con escalas objetivas su grado de procesamiento cerebral y de respuestas a órdenes simples. Este programa es desarrollado por un equipo interdisciplinario compuesto por médicos, enfermeras, terapistas ocupacionales, kinesiólogos, fonoaudiólogos, musicoterapeutas y psicólogos cognitivos. El programa se complementa con estudios de imágenes tales como resonancia magnética nuclear, tomografía, estudios funcionales (resonancia magnética funcional–fMRI) y estudios de neurofisiología. Estos estudios complementarios ayudan a definir las mejores estrategias de rehabilitación de los pacientes. Su madre percibía el aumento de su frecuencia cardíaca en el monitor cuando le hablaba, lo que llevó a conjeturar si Patricio podía estar teniendo algún grado de procesamiento cerebral y de conexión con el medio que no era visualizado clínicamente. Esta observación fue la base de la hipótesis del estudio que comparó su grado de procesamiento cerebral ante estímulos que tuviesen un significado emocional para él (como la voz de su madre leyéndole un cuento) versus una voz no familiar. La familia fue consultada para saber si estaba de acuerdo con el estudio que se podía realizar con el caso de Pato. “Nos dijeron que se trataba de una investigación científica, nos explicaron bien y accedimos”, dice la madre. Cuando ella le leía el capítulo 21 de El Principito, se activaba el área cerebral relacionada con la emoción. Patricio “despertó” a las dos semanas de estar en FLENI, y despertó a las carcajadas. Fue su respuesta a una imitación, una broma que le hizo el padre. Para Pato, ese es su primer recuerdo. “Me acuerdo que estaba riendo, me reía feliz al ver que mi papá estaba ahí conmigo”. Para su familia fue la confirmación de que habían hecho lo correcto al no rendirse jamás.

En FLENI estuvo seis años. Recién al año pudo mover la mano, esa mano con la que hoy maneja programas como planillas de cálculo. Su caso, certificado de manera científica, llamó la atención de los medios de comunicación y se convirtió en un personaje de reconocimiento público. Dejó de ir a FLENI en enero de 2009. Había ingresado a los 16 años, se despidió a los 24. Dejó una huella y un camino, un ejemplo para los que sufren problemas similares. Su recuperación fue lenta, pero sucedió sin pausa. Tuvo que aprender a tomar una cuchara otra vez, a hablar. Paso a paso, llegó lejos. Con enorme fuerza de voluntad logró terminar sus estudios secundarios en la escuela N° 4 de Del Viso. Muestra su diploma orgulloso, contradiciendo –destaca_ a los que decían que no iba a poder hacerlo, a los que confundían su lento hablar con un problema de otra índole. Su camino parece ahora el de la computación. “Me gusta desde antes del accidente, hice cursos y creo que hay que estar al día con todo esto”, comenta Pato, de excelente humor.